martes, 1 de febrero de 2011

¿Qué diablos son?

Hace referencia a espacios para la gente. Normalmente amplios, arborizados, y con espacios equilibrados para peatones y vehículos. 
Diseñados en algún momento en que hubo un concepto más amable de la ciudad, se desarrollaron en el casco urbano al principio con muy buenos resultados. 
Ya hoy sobreviven, no necesariamente de la mejor manera posible, de las dádivas o el gusto de las distintas autoridades urbanas que les corresponda cuidarlos.
Pensadas como el espacio en el que el ciudadano, hastiado de las cuatro paredes de su casa, saliera a caminar, a ver verde, a interactuar aunque sea con el perrito histérico de la señora gorda.
El tiempo ha cobrado caro a los wulebales su existencia. Todos ellos carecen de iluminación, tienen los árboles enfermos, han sido invadidos por hordas de desconocidos que meten miedo. Vendedores y ferias estacionales llenan sus otrora orgullosos espacios. Obras públicas eternizadas cercenan su belleza y amplitud.
Mientras tanto, el ciudadano los atraviesa apresurado por la hora, frustrado por el tráfico que no le deja llegar temprano y lo somete al confinamiento en solitario más horroroso dentro de un espacio de apenas cuatro por dos, en el que cabe malamente sentado, y para colmo torturado por una caterva de descerebrados radiales, dedicados a decir sandeces para hacerse reír a sí mismos. 
Ni siquiera cuenta el ciudadano con el consuelo de un teléfono interactivo, porque exhibirlo, así sea con el cuidado como si se tratara del mas preciado tesoro, es un llamado para que los choros te despojen, o te despellejen.
El wulebal mientras tanto asiste frustrado a esta degradación propia y de sus habitantes. No sabemos si lo hace a disgusto, pero ciertamente se nota tremendamente enfermo, como el resto de la ciudad.