sábado, 10 de septiembre de 2011

Derechos y Circulación

No soy demasiado amigo de los motorizados. Casi todos ellos, sin importar su origen social o educación, en lo que se montan en sus respectivos vehículos creen formar parte de un mundo paralelo en el cual no aplica ninguna de las leyes de tránsito, donde su voluntad es lo único que vale la pena y por consiguiente tienen permanente derecho de vía. Si a esto sumamos que algunos de ellos (y quiero pensar que son una exigua minoría) utilizan la moto como instrumento de trabajo para delinquir, pues la animadversión se completa.
En fechas recientes he visto a un diputado de oposición plantear con valor una alternativa que, aunque no he revisado completamente, entiendo que persigue limitar el tránsito de los motorizados en la ciudad, imagino que de las vías rápidas, buscando con ello reducir la inseguridad por estas vías.
Pese a lo dicho al inicio sobre mi desapego por los jinetes del asfalto, no puedo estar de acuerdo con una medida que busca coartar el derecho de la totalidad de los motorizados. 

Se me antoja que esta medida sería tan antipática para mí como la de colocar policías acostados en todas las vías asfaltadas, algo sobre lo que ya expresé mi opinión en fechas pasadas, y que desgraciadamente termina ocurriendo en toda nuestra ciudad aceptado con la mayor naturalidad por el resto de los usuarios. 

Porque hay cosas que por cotidianas en nuestro país pareciera que vamos aceptando una y otra vez con su carga de abusos. No me estoy refiriendo al discurso oficialista, el cual parece modelador de esta conducta que pone de moda al abuso sistemático sabiendo que habrá impunidad, sino a cosas que podemos ver como perfectamente normales, sin serlo. Me explico con un ejemplo.
Es cotidiano ver en las vías públicas de nuestras urbanizaciones un despliegue de policías - casi siempre a pleno sol los pobres - en improvisadas alcabalas, la mayoría de las veces han detenido a motorizados, conductores de vehículos desvencijados y a jovencitos con evidencias de minoría de edad y por consiguiente alta probabilidad de matraqueo seguro. Okey - pudiera pensar uno - están haciendo algo frente a la inseguridad, pero no. 
En primer lugar porque nuestra ley dice que todos tenemos derecho al libre tránsito; que sólo podemos ser detenidos cuando seamos capturados in fraganti, o mediando una orden judicial y que todos tenemos derechos, adicionalmente, a nuestra vida privada, con las limitaciones de ley que no son otras que las antes descritas. 

Hete aquí que las famosas alcabalas móviles van en contra de estos derechos fundamentales al detener a diestra y siniestra personas utilizando el criterio del funcionario asoleado.
Precisamente esta es la explicación de mi inquina por cualquier tipo de dispositivo que coarte el libre tránsito. Creo que si todos somos iguales ante la ley, deberíamos poder circular sin tantos obstáculos. 

Aquellos que me lean podrán preguntarme qué otra alternativa planteo a los problemas que nos aquejan, los cuales son evidentes, como la inseguridad, el exceso de velocidad o el tráfico.
En cuanto al tráfico, digo una y otra vez que los conductores caraqueños no tenemos la culpa de que las últimas vías hayan sido ampliadas y ejecutadas en los lejanos años 80 con muy pocas excepciones. Si la población ha crecido como es lógico, no podemos pretender que circule con igual facilidad en unas vías diseñadas para un transito menor y con muy poco mantenimiento. 

La solución está en mejorar las vías existentes. No hay otra. Colocar días de parada y restricciones de paso son medidas que tienen poca efectividad en el tiempo, pues al cabo de un tiempo ya se ha conseguido la forma de circunvalarlas; con el famoso “carro del día de parada”, por ejemplo.
Con el exceso de velocidad hacen falta a mi juicio dos cosas; una, que verdaderamente se haga cumplir la ley; y otra, aunque suene contradictorio, actualizar los límites de velocidad, previstos para otras épocas en la que los vehículos no frenaban tan bien como ahora. Lo demás son medidas odiosas, como dije antes.
Y con la inseguridad, de nuevo hay que hacer cumplir la ley, dar oportunidades de trabajo y cambiar unos cuantos discursos que nos han llenado de odio y han profundizado las diferencias, haciendo que nos culpemos unos a otros de nuestra propia desgracia.
Las tres alternativas se ven ahora bastante difíciles... 
Como que es más fácil prohibir la circulación, colocar policías acostados y alcabalas. 
¿Ven por dónde va la cosa?