domingo, 29 de mayo de 2011

Los burros o policías acostados

Un gran amigo me contó que en la reciente visita del Presidente Obama al Reino Unido ocurrió un percance menor, con visos de comedia de errores, al quedar la limosina presidencial atracada en una giba en el camino de entrada de uno de los hoteles en los que el Presidente pernoctó.
En nuestra aporreada Caracas ese percance se podría repetir casi en todas sus calles, ya que se encuentran plagadas de policías acostados, gibas, burros, bumps o como quieran llamar a esos diabólicos inventos.
En toda vía venezolana, ya no importa ni que se pretenda rápida, proliferan hoy en día. En ciertas calles, casi siempre de zonas de buenos ingresos económicos donde los vecinos se han tomado la ley en sus manos, es normal ver junto con las garitas de vigilancia privada (que de por si constituyen una violación al derecho al libre tránsito),  varias de estas gibas. Las colocan con la complicidad de las alcaldías y empresas asfaltadoras. 
Pretenden que estos corredores empedernidos en los que nos hemos convertido frenemos por imperiosa necesidad, y son la confesión a gritos de la ineficiencia estatal que nos carcome en cuanto a aplicar las leyes. Porque si bien es cierto que estos burros logran frenarnos cuando no hay muchos carros y se puede correr, no es menos cierto que en momentos de grandes colas las ponen peores, porque están ahí siempre cumpliendo con su deber.
Pero lo que ocurre es que la mezcla de policías acostados con huecos (los otros infaltables habitantes de las vías venezolanas, en esta época en la que el mantenimiento fue absorbido en su totalidad por la ineficiente maquinaria del estado), terminan por acabarnos los riñones, junto con la suspensión del carro. Cada vez que paso por uno de estos montículos, pienso en lo que debe sufrir una parturienta o una persona recién operada ante los brincos que el carro da.

1 comentario:

  1. Otrosi: Al colocar este post tuve dotes de pitoniso, porque en los siguientes meses, la alcaldía de Baruta literalmente sembró nueve burros en la Principal de La Tahona, mientras que en mi propio edificio el condominio colocó varios otros. Se imaginarán mi ánimo.

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